Escribe Mar Abad:
La historia de la humanidad se urbaniza por instantes. El
siglo XXI estrena un mundo donde la mayoría de la población vive en ciudades y
se aleja masivamente de la naturaleza. Tanto que un niño urbano teme más a una
lagartija que al conde Drácula. Tanto que tuvieron que acuñar una palabra tan
demencial como ‘biofobia’: miedo a la naturaleza.
La revolución industrial despertó los primeros temores.
Muchos pensadores escribieron sobre la distancia que esta nueva forma de
entender el mundo provocaría entre los individuos y la naturaleza. Henry
David Thoreau oWilliam Morris, entre muchos otros, hablaron de mundos
dominados por el mercado y la fealdad. Otros advirtieron de un mundo donde la
naturaleza dejaría de ser un hogar para convertirse en un pozo al que
expoliar.
Eso fue en la revolución industrial. En la era digital se
habla también del llamado ‘trastorno por déficit de naturaleza’ (TDN). Es «una
patología que suele aparecer cuando una persona está en desconexión permanente
con la naturaleza y que provoca un aumento de estrés y ansiedad», explica
el catedrático en psicología ambiental de la Universidad Autónoma de Madrid, José
Antonio Corraliza. «El sistema nervioso no está preparado para este
alejamiento de la naturaleza y para vivir únicamente en espacios artificiales.
La naturaleza proporciona equilibrio y tranquilidad a las personas. En la
ciudad ocurre lo contrario. Por eso se satura y siente más violencia en las
zonas urbanas».